El escondite es ese juego al que todos jugábamos de pequeños con nuestros amigos. Aunque en algunos pueblos o plazas podía haber variantes, las reglas comúnmente aceptadas eran más o menos sencillas.
Las reglas:
- Uno de los jugadores, “el guardián”, contaba con los ojos tapados hasta un número mientras el resto iba a esconderse.
- Al acabar de contar, el guardián salía a buscar a los demás y cuando los descubría, corría hacía el lugar de cuenta y decía “Por mengano”, mientras el Mengano de turno corría a su vez para intentar llegar antes y decir “Por mí” y librar en el juego.
- El último jugador en ser descubierto por el guardián tenía la opción de llegar al lugar de cuenta y librar “por mí y por todos mis compañeros” consiguiendo la victoria total en el juego y haciendo que el guardián pringara otra vez.
- Cuando todos los jugadores habían salido, y si nadie había librado “a todos los compañeros”, el primero que había sido descubierto se convertía en guardián, contaba y el juego volvía a empezar.
Era curioso, porque había gente que decidía salir en medio de la búsqueda y se dejaba ver sin intentar correr siquiera, solo por el hecho de que ya había alguien que tenía que ser el próximo guardián. Una vez que alguien pringaba, para ellos ya había terminado el juego y renunciaban a ganar o librar a sus compañeros…
Reflexión
Esta reflexión sobre los juegos de la infancia, viene a colación de que a día de hoy existen personas adultas que en entornos profesionales se comportan como niños jugando al escondite.
Vivimos hoy en día un entorno en constante evolución. Atrás han quedado aquellas organizaciones que proporcionaban cobijo a sus colaboradores frente a los cambios del mercado, esas historias que hemos oído a nuestros padres y abuelos de personas que entraban a trabajar en una empresa “de botones”, y se jubilaban 40 años después en un puesto de despacho con una placa en la que le reconocían los servicios prestados.
El cambio llega a tu mesa cada poco. Y a veces vemos que cuando el cambio llega a una organización se parece a cuando jugábamos al escondite: tras un breve período inicial en el que muchos permanecen escondidos a la expectativa, los miembros de la organización han de ir saliendo, a campo abierto, a afrontar ese cambio e intentar ganar y que ganen sus compañeros. O permanecer escondidos, y salir cuando ya haya otro que haya arriesgado y perdido antes…
Las personas que en tiempos de cambio salen en el momento adecuado, aun sabiendo que arriesgan, son las personas que hacen que una organización salga adelante, aquellas que asumen que, ante situaciones de cambio, como en el escondite, el objetivo es salir vivo, aunque no salgas ileso…
Sin embargo, algunos creen que sirve permanecer escondido, que otros arriesguen y aprovechar los esfuerzos y las victorias de sus compañeros. A veces sirve… y otras veces te ven y nadie te salva. Cuando eso pasa, pierdes…
Moraleja
La moraleja de esta historia parece fácil: cuando llega el cambio, puedes arriesgarte y correr por ti y por todos tus compañeros, o puedes seguir escondido eternamente.
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