«No es lo mismo tomar copas que poner copas»
Escuché esta frase hace años y es ahora cuando he terminado de comprenderla.
Creo que se va a entender mejor si hablamos de mojitos.
Un camarero, que conoce su oficio de poner mojitos, es capaz de saber cuánto hielo hay que echar, la dosis de azúcar moreno para no pasarse de dulce, la medida idónea de ron para ponerlo en su punto y la diferencia de toque entre la menta y la hierbabuena.
Un cliente, a fuerza de tomar mojitos en todos los garitos inimaginables desarrolla la habilidad de saber si el ron es Bacardí o Matusalem sólo con olerlo, si la menta está recién cortada o es congelada y si lo que le sirven es de calidad o simplemente le cobran «una pasta» porque la barra está en París.
Esto, que puede parecer una obviedad, da un giro cuando alguien cambia de lado de la barra….
Todos conocemos casos de algún experto coctelero (consultor o gerente), que después de una larga etapa de poner mojitos, da el salto al otro lado de la barra, y asume un rol en el que se dedica a tomarlos. Inicialmente, su vasta experiencia profesional le valdrá para reconocer las copas, pero desde este lado tendrá que aprender qué mojito es el más adecuado para cada momento, a qué bar ir a tomarlos y cuántos puede beber antes de arruinarse o emborracharse y perder los papeles.
Mientras se adapta, puede soltar frases del estilo «¡que todos hemos hecho mojitos eh!», cuando la realidad es que el ron que él usaba ya no se vende, la concentración del azúcar ha cambiado tanto que las medidas ya no son igual o simplemente ahora no pude permitirse pagar los ingredientes que antes usaba.
Cuando el caso es el contrario, alguien acostumbrado a tomar mojitos tiene que dedicarse a ponerlos, la adaptación también es necesaria. Si su pensamiento es «yo sí que sé poner mojitos» por los muchos que ha tomado, puede que se encuentre con que en su barra no hay ni menta ni hierbabuena y tiene que hacerlos con perejil, que también es verde, o que si usa el azúcar moreno de caña que le gustaba tanto, el precio se le dispara y se queda fuera de mercado porque su barra no está en París.
Moraleja
Si contratas servicios, respeta a quien te los presta porque no sabes el esfuerzo que realiza para llevarlos a cabo de la manera más satisfactoria dentro de tu presupuesto. Si los prestas, respeta al cliente que te los paga, diséñale los más adecuados, no le des garrafón y no le vendas lo que no necesita aunque puedas hacerlo.
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